El domingo estábamos temprano en el sector del bosque Panul, la idea, “estirar las piernas”, subir el Minillas, conocer una cumbre nueva (ya conocida para mí, pero no para Lizet, el Tarapacá) y pasarla bien!, así que el entusiasmo era mayor!. Esta vez fui con mi cordada, llegamos sin problemas subiendo a paso relajado, disfrutando el paisaje y, aunque para nosotros ya es muy habitual, nunca nos deja de maravillar y sorprender al ver a los majestuosos cóndores planear tan cerca nuestro. Cuando estuvimos en la cumbre, la del Tarapacá, vimos a un Santiago muy contaminado y sus ya clásicas antenas, rápidamente empezó un intenso frío, así que nos sacamos las tradicionales fotos cumbreras, cruzamos palabras de buena crianza con algunas personas que al vernos pasar de largo de la cumbre del Minillas hacia el Tarapacá se motivaron y vinieron también. Volvimos al Minillas, se nos acercó el clásico amigo carancho, una infaltable conversación con los demás que llegaban a la cumbre, entusiasmados nos contaban sus futuros proyectos, un rico té cumbrero con una amena charla con mi cordada Lizet y su ya tradicional o infaltable sesión de fotografías para comenzar el retorno, no sin antes volver a contemplar ese espectáculo que nos brindan los cóndores al planear durante tanto tiempo suspendidos en el aire. También le comentaba a Lizet que por este cerro (Minillas) suelen tirarse parapentistas, no pasan ni 5 minutos de esa conversación y vimos uno volando a lo lejos hacia el sur de la capital. Seguimos bajando hasta llegar tranquilas sin novedad al auto, que bien se pasa en la montaña!.