Nos reunimos el 2 de diciembre en Puerto Williams, la ciudad más austral del mundo!. Y en un bar local, afinamos todos los detalles de la expedición y celebramos con torta a las dos cumpleañeras del grupo: Fran y Nieves. Al día siguiente nos encontramos temprano en el retén de carabineros, para dar aviso de nuestra salida, y comenzamos de inmediato la primera parte de la ruta, hacia cerro Bandera, con muy buen clima. El primer día avanzamos hasta el cruce que separa hacia Lago Windhond, y así quedamos más cerca de nuestro siguiente objetivo: Monte Bettinelli. El día 2 salimos temprano para aprovechar el buen tiempo, y subimos tranquilamente el Bettinelli que nos esperaba con cielos despejados y fuertísimos vientos que no nos permitieron quedarnos en la cumbre más de veinte minutos, tiempo suficiente para maravillarnos de una vista en 360° de la isla, la costa sur y hasta las Islas Wollaston. Un lujo austral. Bajamos, y antes de volver a nuestro campamento, disfrutamos unas horas del bosque, un arroyo y una hermosa laguna. El tercer día avanzamos siempre temprano, pasando varias lagunas para llegar a acampar a un bosque justo antes de que empezara a nevar. Tuvimos una linda tarde con copitos de nieve que fueron cubriendo los árboles y las montañas, que nos regalaron un bello paisaje invernal, uno de los momentos más disfrutados por el grupo. El cuarto día continuamos nuestro camino y la conversa estaba tan buena, que nos pasamos de largo!. Y con los GPS funcionando no muy bien, anduvimos un par de horas extras, dando vueltas por un valle paralelo antes de poder retomar nuestro sendero, que a esa altura casi no se veía, y cruzar el legendario paso Virginia, temido por su empinada bajada y su frecuente mal clima. Pero de nuevo con mucha suerte, pudimos cruzar sin problemas y al bajar acampamos nuestra última noche en un bosque, junto a un río, y disfrutamos la tranquilidad de estar acurrucados en el silencio de los coigües y las lengas. El último día hicimos las 4 horas que faltaban para llegar al camino de autos, y aunque estábamos dispuestos a caminar los 6 kilómetros que nos separaban de Puerto Williams, un amable carabinero que pasó en su furgón nos llevó a todos hasta la ciudad. Terminamos con una rica comida en un restaurante local, felices de los días vividos y varios con ganas de haberse perdido para no tener que volver tan pronto.