Relato de la Expedición DAV 2010 al nevado de Piuquenes y al Cerro Pirámide
Expedición DAV Nevado Piuquenes 2010
Paraíso Recuperado
Desde la vega, a unos 3100m de altura, mirábamos hacia arriba y nos parecía imposible que el arriero, con nuestra carga hubiese avanzado más allá del punto donde nos encontrábamos. La vega en la que estábamos era el lugar ideal para acampar y más arriba sólo se veían piedras y brazos de río que cruzar. Más tarde sabríamos que estábamos en las vegas del Zinc y que el arriero subió hasta la pequeña vega del Guanaco, casi invisible a nuestra vista.
No era la mejor forma de comenzar. Teníamos 8 días de expedición y en el primero de ellos tuvimos que pasar una “noche triste”. De lo mucho que había leído de las expediciones de Meier, Förster y otros, nunca me había encontrado con el caso de que al inicio tuvieran que pasar una noche al aire libre. Esto les ocurría a los montañistas históricos cuando, haciendo un esfuerzo enorme, no alcanzaban a regresar de la cumbre al campamento y se veían obligados a pasar una noche arriba. Nosotros todavía estábamos muy abajo y ya debíamos sufrir una “noche triste”. La expedición debía continuar de una forma diferente, así que mientras el sol lanzaba sus últimos rayos sobre el gran Chimbote, nosotros construíamos una pirca para protegernos del viento e intentar pasar de la mejor forma la noche dentro de ella. Fue una de esas noches en que con razón uno se pregunta por qué subir cerros, por qué venir a sufrir en los cerros en lugar de pasar unos días cómodamente en la playa.
¿Y por qué estábamos acá? La primera vez que pensé en esta expedición fue cuando con Heini Schneider revisamos las fotos de las expediciones de Meier del año 52 y 54. Como él participó en la segunda de estas, me pudo dar tantos detalles de la ruta que logró entusiasmarme. Por otro lado, se trata de cerros que a lo más reciben una visita al año y que nuestros propios compañeros del DAV habían descubierto hacía años. El primer ascenso del Piuquenes, realizado por el lado argentino, fue obra de Pfenniger y Lüders en el año 1933. El primer ascenso por el lado chileno lo consiguieron Meier, Schlotfeld y Schneider el año 54. También socios del DAV habían conseguido el primer acenso al Pirámide, en el año 37, y al Trono en 46. Así que parecía una empresa realizable y con un claro sentido de recuperación histórica, después de tantos años sin que un socio del DAV volviera a pisar una de estas cumbres. Ibamos a pisar las huellas de Meier, Schneider y otros que habían abierto estas rutas en condiciones mucho más difíciles que las nuestras. Para hacerlo armamos un grupo bastante heterogéneo, con gente de 4 continentes. Además de los chilenos iban 2 alemanes, un pakistaní y un español de las islas Canarias.
Al segundo día, antes de que saliera el sol y sin haber logrado dormir, debimos continuar con la marcha. Para nuestra desazón eran, al menos 2 horas y un cruce del río Museo los que nos separaban de la vega del Guanaco y de nuestro equipo. Cuando llegamos a la vega, cerca de las 9 de la mañana, al revés de lo normal, comimos algo y luego nos acostamos. Afortunadamente las ganas de seguir del grupo, con la excepción del canario Oscar,no habían disminuido y a eso de la 1, con el cuerpo en un poco mejor estado, logramos partir hacia nuestro segundo o, en realidad, primer campamento.
Caminamos unas 3 horas para dejar atrás cualquier rastro de vegetación e internarnos en la morrena que se forma al fondo del valle. Con una vista inigualable a los glaciares que caen desde el Trono, logramos armar un campamento a unos 4000m de altura, dentro de la morrena junto a una lagunita de oscuras aguas, debido a la gran cantidad de sedimentos presentes.
En este campamento debimos haber tenido algo así como una resurrección de la esperanza. Volvimos a sentir que, a pesar de las dificultades, nuestro objetivo todavía era algo alcanzable. La subida por la morrena no se veía especialmente difícil y veíamos el lugar del campamento alto junto a, lo que nos parecía, un hilo de agua que caía.
Yo podía recordar las largas conversaciones con Heini Schneider acerca de la ruta y sus consejos: “Aléjense de los penitentes y prefieran los acarreos”. Según él, que había hecho el primer ascenso por esta ruta al Piuquenes unos 55 años antes, esta era la forma de evitarse un mayor desgaste y llegar con energías suficientes al campamento para atacar las cumbres.
Después de descargar el equipo, quedamos con nuestro arriero en que él pasaría al día siguiente a buscarnos en la mañana para avanzar lo máximo posible con las mulas y nuestra carga. Teníamos la esperanza de poder llegar a unos 4400m con las mulas. Sergio Kunstmann me había recomendado especialmente al “Rucio” Claudio López porque en el año 87 éste había logrado sortear los penitentes y lo dejó con toda su carga a los deseados 4400m, lo que según él era lo máximo que un arriero podría conseguir en esta zona.
El día lunes 11, el “Rucio” López llegó puntual a buscarnos y partimos a la hora estipulada hacia un campamento más alto. Teníamos la ilusión de poder llegar al campamento más alto, a 4900m ese mismo día. Tras unas 2h de marcha, llegamos a un nuevo campo de penitentes a unos 4200m que a pesar de los intentos del “Rucio” fue imposible de atravesar. Esto nos significó, descargar las mulas, tomar nuestras pesadas mochilas y dejar un pequeño depósito a esta altura. Nos despedimos del arriero fijando el viernes a mediodía como la nueva fecha de encuentro para el regreso. Teníamos 4 días por delante para intentar, al menos, 2 de las 3 cumbres que teníamos planeadas. Así seguimos, sabiendo que no tuvimos la suerte que alguna vez tuvo Kunstmann en este punto.
Tras subir un poco más de una hora por uno de los tantos acarreos que teníamos por delante, llegamos a los 4400m donde se nos ofrecía un buen lugar de campamento con agua al lado de las carpas. La subida hasta los 4900m no se veía algo fácil, por lo que preferimos dejarla para el día siguiente, cuando estuviéramos algo más descansados y mejor aclimatados. Las alternativas que veíamos para este ascenso eran varias, pero todas incluían algún paso por penitentes, que los había de todos los tamaños posibles, y por interminables acarreos.
El día martes nos demostraría que fue una buena elección acampar a 4400m y alargar en una jornada el ascenso hasta el campamento alto. Fue lejos el día más duro y a pesar de que sólo teníamos que superar 500m de desnivel, nos tomó unas 5h hacerlo.
Del grupo ya teníamos 2 integrantes que había decidido ir más atrás que el resto. Ernesto y Richard, cuyo principal interés era sólo ascender el Pirámide, prefirieron armar un campamento intermedio, a unos 4600m y desde ahí intentar la cumbre del Pirámide, dejando el Piuquenes para el resto.
Finalmente el grupo se dividió entre la ruta chilena y la pakistaní, esta última elegida por Amin. A pesar de algunas diferencias, ambas significaron subir por pesados acarreos y atravesar algunos insufribles campos de penitentes.
Para nuestra sorpresa, el campamento alto, además de tener suficiente espacio para varias carpas, tenía agua que corría permanente entre los penitentes delante de nuestras carpas.
El resto del día nos dedicamos a descansar, tomar agua y prepararnos para nuestro primer intento de cumbre. A las 9 del día siguiente era la hora fijada para salir con dirección a la cumbre del Pirámide, que se veía al alcance de la mano desde el campamento.
Tras aliviar un poco el ascenso, subiendo por un nevero, a las 11:30 del día jueves, llegaban los primeros del grupo a la cumbre. Ahí encontramos un pequeño libro de cumbre con muchos nombres conocidos para nosotros. Se mencionaba el primer ascenso de nuestros compañeros de club liderados por Meier y Sergio Kunstmann con 58 años se registró como el más anciano en hacer esta cumbre. Fue una cumbre muy cómoda, soleada y casi sin viento por lo que nos pudimos quedar largo rato en ella disfrutando de la vista incomparable. Además de cerros muy conocidos por todos, como el Marmolejo, Loma Larga y Mesón Alto, podíamos ver el embalse del Yeso y todos los cerros que lo rodean. Hacia el norte veíamos con claridad la ruta al Piuquenes y junto a él, todo cubierto de glaciares y tal vez también de penitentes, el imponente Trono. Después de sacarnos unas fotos, incluyendo algunas con la bandera pakistaní, hicimos un rápido descenso a nuestro campamento. Durante este nos encontramos con Richard y Ernesto, quienes venían subiendo desde su campamento intermedio. Más tarde los volveríamos a encontrar en nuestro campamento alto mientras ellos se dirigían a su campamento unos 200m más abajo que nosotros.
El día viernes partió algo más temprano. A eso de las 6, poco antes de la salida del sol, salimos con rumbo a la cumbre del Piuquenes. Tras rodear los molestos penitentes que teníamos en frente, comenzamos a ascender por los interminables acarreos. Después de un par de esforzadas horas, subimos por un pequeño nevero que no requería de crampones y llegamos a una pequeña planicie. Una vez en ella, el camino a la cumbre se veía despejado y exento de dificultades. Harald hizo cumbre a las 10:45 y de a poco fuimos llegando el resto. Nuevamente tuvimos un día de cumbre grandioso, soleado y sin viento por lo que tuvimos tiempo para sacarnos fotos, revisar los libros de cumbres y testimonios que encontramos. En esta ocasión, además de nuestros viejos conocidos Meier, Schneider y otros con su primer ascenso por el lado chileno, encontramos el testimonio de nuestros viejos camaradas del DAV, Pfenniger y Lüders, quienes en el año 33 hicieron el primer ascenso absoluto y dejaron en una pequeña cajita metálica un libro de cumbre. Desde la cumbre ahora el Trono se veía como un filo sin importancia, mientras que el misterio de cumbres desconocidas permanecía al mirar hacia el norte donde veíamos la cumbre del olvidado Alto, rodeado de otras desconocidas y quizás todavía inexploradas cumbres.
El descenso fue rápido y sin problemas. La nieve que cayó más tarde no nos causó problemas. Ya habíamos cumplido y podíamos meternos sin problemas a descansar en nuestros sacos de dormir.
El día viernes decidimos bajar siguiendo la ruta pakistaní de Amin, lo que nos ayudó a evitar algunos penitentes y llegar a las 11:30 al encuentro del arriero. Ahí entregamos la mayor parte de nuestro peso y partimos sin problemas esperando poder llegar ese mismo día a la vega del Zinc.
Nuestra felicidad no podía ser mayor cuando a eso de las 17:00 llegamos al mismo lugar donde habíamos pasado por las mayores dificultades. En esta ocasión, con toda nuestra carga ahí, pudimos disfrutar de la belleza del lugar. Tomamos fotos hasta cansarnos, comimos la mayor parte de lo que nos quedaba y simplemente descansamos maravillados del lugar y de lo que habíamos vivido. Habíamos recuperado nuestro paraíso perdido.
La bajada, por la Isla Pan de Azúcar, al día siguiente hasta el sector de Chacayar, donde teníamos los autos, fue puro placer e hicimos trabajar nuestras máquinas fotográficas más que nunca. Con los pulmones llenos de oxígeno, habiendo dormido y comido mejor que nunca, al ver que habíamos vuelto todos sanos, con algunos recuerdos imborrables sabíamos que todas las complicaciones habían valido la pena.
Alvaro Vivanco
Integrantes de la Expedición:
Hasta la Vega del Guanaco: Eduardo Jofré y Oscar González
Hasta la cumbre del Pirámide: Ernesto Heise, Richard Waetjen y Elisa Sobarzo
Hasta la cumbre del Piuquenes: Harald Schwenk (Alemania), Jens Benedikt (Alemania), Amin Khan (Pakistán), Alvaro Vivanco, Gonzalo Cánovas, Francisca Loosli y Beatriz Delgado (CAU)
Expedición auspiciada por el DAV
Arrieros:
Claudio López (el «Rucio») y su ayudante Plácido Astorga
Fecha de la Expedición:
Del 9 al 16 de enero del 2010
Agradecimientos:
A Enrique “Heini” Schneider y Sergio Kunstmann quienes no sólo colaboraron con valiosa información acerca de la ruta, sino que le dieron la razón de ser a esta expedición.