El Volcán Puntiagudo marca un hito importante en mi experiencia como montañista. Primero porque durante mi infancia siempre admiré su extrema agudeza y sus caprichosas formaciones de hielo y nieve; y segundo, que plantearnos este desafío, no sólo implicaba logística y suerte para encontrar una ventana de buen tiempo, sino también contar con las habilidades y práctica de escalada en hielo que el cerro más empinado del sur de Chile demanda.
Partimos desde el Lago Rupanco en dirección al Sendero del Volcán Puntiagudo el día lunes 15 de septiembre. La huella camino al Volcán está bien señalada y transcurre por un inspirador bosque de alerces. Luego de una hermosa pero pesada aproximación de alrededor de 5 horas, alcanzamos el campo base a los pies del filo Noroeste, 1800msnm. El día martes era el día que, de acuerdo a los pronósticos, debíamos hacer cumbre y bajar. Salimos cerca de las 4am con buenas condiciones, pero con la presión de ser veloces para evitar el calor y la caída de material. La ruta transcurre entre las formaciones de coliflores y roca de mala calidad, por lo que hay que circundar y hacer diversas y expuestas travesías que no siempre son evidentes, ni fáciles de asegurar. Durante el ascenso Pepa Sermini tuvo que bajar por razones de salud y Dani Tureo lo acompañó.
Durante todo el ascenso el paisaje sureño de lagos y bosque sobrecoge y motiva. Un denso estrato de nubes bajas nos mantuvo bajo la amenaza; lo que nos forzó a acelerar el paso y buscar ese delicado balance entre seguridad y velocidad en la escalada. La mayor dificultad técnica de la ruta podría decirse que son dos; una pasada casi vertical de hielo relativamente bueno previo a la llamada gran “nariz”, y luego una travesía bastante aérea que nos hizo girar desde el perfil oeste del cerro hacia el norte. Luego, los dos últimos largos de hielo/nieve nos llevaron hacia la estrecha cumbre cerca del mediodía. La belleza de la cumbre, su panorámica y la satisfacción del sueño cumplido, luego se confunden con el desafío implícito de bajar por una ruta expuesta y ahora menos congelada que durante el ascenso. Usamos zetas, abalacov y algunas estacas que nos regaló el cerro para hacer los rapeles de bajadas. Una vez en la carpa, nos reunimos con Pepa y Daniel para emprender la bajada por el bosque.
El Volcán Puntiagudo ha sido un importante objetivo que, lejos de ser culmine, abre la puerta de una etapa, tal vez más técnica y con nuevos horizontes en mí vida como montañista. Lo anterior es reforzado por el hecho que una buena preparación y un buen equipo humano dan el contexto que en general, lleva al objetivo.
Nicolás Valdivieso
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