El 9 de noviembre 2018, una cordada integrada por Consuelo Argandoña, Fernanda Weinstein, Juan Paulo García-Huidobro y Hernán Neira, todos del DAV, partimos en un nuevo intento –había habido dos anteriores- para alcanzar el cerro Los Negros (4.543 msnm, gps), de cuya ruta a la cumbre no encontramos ni descripción ni información. El arriero fue Ismael Ortega. En los intentos y años previos para encontrar el acceso a la cima participaron Alejandra Pérez, Hugo Arenas y Jorge Cartagena.
El cerro Los Negros se sitúa en lat: S 33º 24′ 42», long: W 69 53′ 58» (GPS) y es visible únicamente desde que se llega a Baños Azules hasta que se el cruza del estero del Azufre, mirando a unos seis o siete kilómetros al este por la cuenca del mismo estero. Es posible que la nuestra haya sido la primera cumbre.
Pusimos campamento a 3.100 metros, en el filo noroeste del cerro, a un par de kilómetros de Aguas Buenas. Resultó –como estaba previsto- protegido del viento norte y noreste, aunque sin nieve. Atacamos a las seis y veinte del sábado diez de noviembre. No quisimos salir antes para evitar el posible hielo en una canaleta que previamente, por estudio de fotos y del mapa, habíamos identificado como el mejor acceso a la cumbre.
Caminamos por el filo oeste a buen ritmo, por un suelo por momentos de acarreo de piedrecilla y otros de piedra un poco más grande. Llegamos a Los Negritos –una pequeña cumbre previa- a las 10 AM, aproximadamente y descansamos. Confirmamos las deducciones hechas en Santiago y continuamos hacia el sureste, hacia unas lejanas agujas de roca, por un filo de pendiente suave aunque creciente, con una inclinación lateral que exige mucho a los tobillos. A las 11:30 estábamos frente a dos grandes agujas. De cerca, se veían aun más inaccesibles, compuestas por una piedra gigante y amenazante.
Entonces, confirmando una vez más lo estudiado previamente, nos desviamos hacia el norte (izquierda) por un traverse de escaso ascenso y con pendiente lateral de unos 45º -un acarreo muchas veces resbaloso- en busca de la tercera canaleta, que aparecía en el mapa, pero no teníamos identificada visualmente. Una nueva aguja rocosa en la primera canaleta y otra en la segunda parecían estar allí para indicarnos el camino, aunque la pendiente lateral se incrementaba progresivamente. Finalmente, llegamos a lo que estimamos era la tercera canaleta en la dirección de marcha, donde encontramos nieve y nos desviamos por ella hacia el sureste (derecha). Como estaba nublado, a pesar de la época, la nieve sujetaba si se tenía cuidado de apoyar bien el pie, lo que nos permitió subir hasta casi el final de ella, con crampones y mucho uso de piolet. Fue un zigzag estrecho, por una pendiente que se incrementaba. Casi al terminarla, nos desviamos hacia el sur (derecha) y gateamos por una zona de rocas descubiertas, con igual o más inclinación, relativamente sólidas, hasta dar con el filo este del cerro. Creímos que al final de esos 30 metros de gateo estaría la cumbre, mas aun porque la cúspide del Los Negros aparece en Google Earth como una loma suave. Falso.
Tras el gateo llegamos a la antecumbre. El reloj marcaba ya las 14 hs. pasadas y lo que teníamos delante era un torreón de punta estrechísima, de roca muy suelta y completamente agrietada, con una pendiente de unos 65º o 70º, aproximadamente, con centenas de rocas caídas alrededor, al que se accede tras una pequeña bajada. Las compañeras se apresuraron para acceder al torreón, gateando no sin riesgos, y no tardaron mucho en alcanzar la cumbre. Los varones llegamos poco después, pero no cabíamos todos en esa punta minúscula, por cuyo lado oeste hay un precipicio cuyo fondo no se veía y por todos los demás lados una pendiente por la que una caída podía tener consecuencias graves o mortales. Desde lo alto se contemplaba lo que nos pareció identificar como el Nevado de Piuquenes y el cerro Pirámide; muy lejos, hacia el norte, esperábamos ver la cumbre del Plomo y del Leonera, pero estaba cubierto; y al noreste, nos pareció identificar el Chimbote o el Rabicano y el Polleras. El Tupungatito –que quizás no sea visible desde la cumbre- estaba cubierto por nubes. Estábamos exultantes de alegría, pero había que bajar.
El gateo de bajada del torreón hacia la antecumbre no fue fácil. Cuando ya salimos de él, nos detuvimos, descansamos y comimos. Unos veinte minutos más tarde, bajo una nieve que caía suavemente, con una brisa fría, iniciamos el descenso por el gateo de roca y por la canaleta. En esta, nuevamente la nieve nos ayudó dándonos un apoyo aceptable, hasta el traverse. Dejó de nevar. A las 17 horas estábamos en el desvío, que esta vez tomamos en dirección oeste, pero pronto un miembro de la cordada tuvo un pequeña caída, que le lesionó la rodilla. Por eso, tuvimos que bajar más lentamente de lo previsto, y llegamos a las 23:40 al campamento, sin nuevos contratiempos, emocionadísimos, dándonos grandes abrazos.
Estábamos tan cansados que apenas comimos. Yo, sin embargo, todavía tenía en la mente las imágenes de esa primera cumbre y me quedé fuera de la carpa una hora más.
A la mañana siguiente, en un día radiante, iniciamos el descenso.
Hernán Neira