Entrevista con un veterano de la montaña: Sebastian Krückel
Señor Krückel, ¿cuándo y por qué vino a Chile?
Yo llegué a Chile a comienzos del año 1921. Después de la 1° Guerra Mundial en Alemania había grandes penurias: hambre, inflación, desempleo y pesimismo. El Estado y organizaciones privadas promovían la emigración con buenos consejos. Muchos jóvenes querían dejar Alemania; habían sufrido demasiado en la guerra. Nuestra promoción recibió 6 semanas de entrenamiento y llegó directo en medio del fuego del frente Oeste: en septiembre de 1917 cuatro semanas de ataque francés con gas y finalmente la mortal guerra defensiva en el Norte de Francia. Se nos exigió demasiado a nosotros que teníamos 18-19 años. Habíamos caído en una depresión y soñábamos con poder vivir en paz en alguna parte en la selva virgen. En un local de emigración estatal me fue recomendado Sudamérica. Antes del viaje por Italia y Argentina recibí un contrato por un año en Suiza. Cada fin de semana, sin importar el tiempo, íbamos a la montaña o a esquiar. Fue uno de los años más hermosos de mi vida. Recibí de nuevo el coraje para vivir y el entusiasmo por la naturaleza y también las ganas de conocer otros países.
¿Con quién iba en esos tiempos a la montaña?
Al principio lo hacía con Karl Feuerbacher. Entonces nos encontramos en una subida al Manquehue con Meier-Andrea, Klemm y Vogel. Los dos primeros eran periodistas del Diario Alemán. Un día también nos encontramos con F. Fickenscher. Él estaba ahí para hacer un camino arriba de la vertiente Hindenburg. En ese tiempo subíamos los cerros de los alrededores de Santiago: la zona del San Ramón, el valle del Maipo.
¿Cómo eran las condiciones de las salidas en los años 20?
En el valle del Mapocho había tráfico de coches que salían de la esquina de Pedro de Valdivia con Providencia. En esa zona todo era ranchos y establos de caballo. Con 6 caballos enganchados se iba al valle del Mapocho. En el puente Ñilhue se cambiaban los caballos y al galope se subía la pendiente al otro lado. En Corral Quemado nos bajábamos para continuar montados en mulas. El camino a Villa Paulina ya existía y estaba algo destruido. El sr. Braden había hecho el camino porque tenía exploraciones mineras en Yerba Loca antes de que se decidiera fundar la Braden Copper (Teniente). Él ya iba años antes en auto hasta Villa Paulina. En la zona del San Ramón utilizábamos siempre la estación final del tranvía; al valle del Maipo iba el tren militar hasta el Volcán. El comandante del regimiento en Puente Alto era el señor von Holt, de origen alemán. Él nos tenía gran simpatía. Cuando sabía que veníamos, hacía que el tren esperara hasta que estábamos ahí. En una ocasión queríamos ir al Manzano y cuando llegamos a Puente Alto el tren ya había partido. Von Holt hizo encender una locomotora a vapor que nos llevó gratis al Manzano. Esos eran los buenos, viejos tiempos en Chile. En los años previos a 1924 habíamos realizado durante las vacaciones largas excursiones en la cordillera. Dos veces habíamos llegado hasta la laguna del Diamante. Una vez estuvo también Herbert Schmidt de Valparaíso y en otra ocasión nuestro antiguo socio Friedrich Jürgens. Estábamos mal equipados y vimos rápidamente lo necesario que era un mejor equipo por lo que sólo a través de la asociación en club estaríamos en condiciones de conseguirlo. Nuestros amigos del Diario Alemán, especialmente Meier-Andrea, estaban entusiasmados con la idea de juntar a todos los amantes de la cordillera en un club. Meier-Andrea había nacido en Brasil y había realizado viajes de aventura allá. Aparte de «brasileño» (portugués), él hablaba el dialecto de mi Franconia natal.
¿Cómo se llegó a la fundación del DAV?
Un día en 1924 me encontré con Meier en las oficinas del Diario Alemán en la calle Merced, al frente de la iglesia e hicimos un llamado a todos los amantes de la cordillera que luego apareció en el Diario Alemán. El primer encuentro ocurrió en el bar alemán de San Pablo, cerca de Teatinos o en la YMCA (no recuerdo exactamente). F. Fickenscher no vino porque nuestra idea le parecía que no tendría éxito, pero dos personas del DAV Valparaíso, que en ese tiempo vivían en Santiago, Sattler y Malbranc, estuvieron presentes. Más tarde ambos hicieron mucho por atraer más simpatizantes.
¿Dónde estuvo la primera sede del club?
Como ya mencioné, la primera reunión fue en el bar alemán de San Pablo cerca de Teatinos o en el local de la YMCA. No estoy seguro porque ya han pasado casi 50 años desde eso. Sí recuerdo que tuvimos cambiarnos con frecuencia de local hasta que llegamos a Zeppelin, primero con el padre, luego con el hijo. Por décadas soñamos con una sede propia y se ha hecho realidad gracias al sacrificio del directorio actual. Es una pena que los antiguos socios no hayan podido vivir esto.
Hasta donde sabemos, usted estuvo algunos años en Cuba. ¿Por qué volvió a Chile?
La razón para ir a Cuba desde el 1924 hasta el 1926 fueron las ganas de conocer otros países antes de asentarme definitivamente en Chile. En especial me atraían las zonas tropicales. Me fue bien allá, quizás me hubiera quedado si es que no hubiese estado la nostalgia por los cerros chilenos, por el buen clima y los buenos amigos del DAV.
¿Quién dio el primer impulso por el ski?
En Cuba me encontré con 2 salzburgueses; profesor de ski, montañista. Ellos vinieron a Cuba para desde ahí infiltrarse en Estados Unidos. La Habana estaba llena de tales elementos. Desde Europa se había dificultado la entrada. Cuando les conté de las condiciones de nieve en Chile estuvimos todos convencidos de que también acá en Chile se podía esquiar. Los padres de uno de ellos tenía una tienda deportiva. Antes de volver a Chile, pedimos desde Cuba fijaciones y botas de esquí en Salzburg. Cuando estaba de nuevo en Chile, llegaron las cosas. Faltaban todavía las tablas. En una barraca compré madera de roble americano. De inmediato descubrí que se podían curvar las puntas si uno las metía en agua hirviendo. Así se hicieron los primeros esquíes. Muchos amigos comenzaron a hacer lo mismo. Algunos tuvieron la posibilidad de traer esquíes desde Alemania. También se fabricaron acá fijaciones de láminas de cobre. Las primeras salidas a esquiar se hicieron en el valle del Manzano, en la quebrada de Macul y también en la zona de Farellones. En el valle del Manzano y en Macul habíamos agrandado unas cuevas en las rocas para pasar la noche. A veces tuvimos que hacerlo con dinamita. También íbamos los fines de semana largos más lejos hasta donde hoy está el refugio de los Azules.
¿En cuáles primeros ascensos participó?
Marmolejo, (6100 m). Me acompañaron Albrecht Maass y Hermann Sattler. Fuimos por el paso de Nieves Negras para atacar el cerro desde el lado argentino. Yo sabía que en esta zona todavía había guanacos porque había estado ahí antes. A los pies del paso maté un macho y con eso aseguramos la ración de carne. Para alojar teníamos la carpa N°1 del DAV y una pequeña carpa de altura. A 4.400 m de altura armamos el campamento alto. A las 6:00 de la mañana partimos, dejamos la carpa y sacos de dormir debido al peso. Tras aproximadamente 12 horas, al atardecer cuando el sol se estaba poniendo, alcanzamos tras muchos esfuerzos por los penitentes y un glaciar extremadamente agrietado el paso entre el San José y el Marmolejo, aproximadamente a unos 5100 m. Desde acá no hay más dificultades técnicas, pero ¿qué debíamos hacer en la noche sin carpa ni sacos de dormir? Una pausa con algo caliente para comer; luego no podíamos soportar el frío por lo que decidimos seguir ascendiendo durante la noche, alcanzamos a las 6:00 de la mañana la cumbre. El descenso fue agotador. Del frío gélido de la noche llegamos al calor la cuenca glacial y alcanzamos tras 39 horas, sin grandes pausas, a las 9:00 de la noche, totalmente agotados, nuestro campamento base. Este ascenso fue la primera gran hazaña del DAV y le trajo mucha fama y atrajo a muchos nuevos socios especialmente porque Maass hizo propaganda. Hasta acá eramos un grupo pequeño y no teníamos mucho para mostrar a la entonces conservadora colonia alemana.
El Morado, 5.060 m. Participantes: Krückel y Pfenniger. Ningún otro cerro de la cordillera fue tan batallado como el Morado, probablemente debido a su belleza y por su fácil acceso. Ya en noviembre de 1926 encontré junto a Eschenburg y Fentzahn el acceso norte y realizamos el primer intento. Lo intenté después algunas veces con Albrecht Maass y otros. Cada vez volvimos rechazados por el cerro. Hasta que el cerro finalmente en 1933 fue derrotado hubo, al menos, 20 intentos serios. Ya en 1927/28 lo intentaron los suizos Dudle y Schurich. En 1927 apareció Meichsner. Él fue el más tenaz luchador de la pared sur. En 1929 mientras yo estaba en mi viaje de bodas, lo intentaron nuevamente sin éxito nuestra gente del DAV: Hans Conrads, Maass, Orb, Gerd von Plate, Pfenniger y Wolf. 1933 fue el año decisivo. Se conocen 3 intentos desde el Sur y 4 desde el Norte por gente de diferentes nacionalidades. Además se reportó una expedición italiana que también tenía al Morado dentro de su programa. Eso ya era demasiado. ¿Debíamos dejar que otros tomaran el cerro, el símbolo de Lo Valdés, el primer refugio de montaña de Sudamérica? Otto Pfenniger me convenció de hacer un intento más en diciembre de 1933. Y lo conseguimos desde el valle del Cortaderas, llegamos en 5 horas a la cumbre desde un campamento alto en la Loma Amarilla. Avanzamos rápido porque ya conocíamos muchas de las pasadas difíciles de nuestros intentos anteriores. Nos faltaban los últimos 100 metros y estábamos atascados. Hasta este punto ya habíamos llegado antes al igual que otros grupos. Pfenniger, que normalmente era muy terco, tuvo un mal día, por lo tanto, tuve que ir yo adelante. Primero descender un tramo, por el flanco oeste hacia afuera y ejecutar un peligroso cruce. Mudos, con algo de cargo de conciencia, nos sentamos en la cumbre y pensamos en nuestras esposas y pequeños hijos en casa. Era el 23 de diciembre. Los italianos tomaron mal que nos hayamos adelantado y se quejaron amargamente en el Club Alpino Italiano. Unas semanas más tarde lograron el segundo ascenso Meichsner y Tietzen por la mucho más difícil cara Sur. Él no pensaba conquistar el cerro por su cara más fácil. Por 6 años la pared de hielo lo había tenido hechizado. Luchó obstinadamente. No tenía compromisos, ni siquiera con la vida. Poco después dejó de luchar acá abajo. Siempre hemos conservado fielmente su recuerdo.
Volcán San José, 5.880 m. Primer ascenso por Sebastian Krückel y Otto Pfenniger. Ya en 1923 escuchábamos que el volcán San José había sido ascendido por Barrington y otros canadienses. Más tarde se confirmó que no habían ascendido a la cumbre principal. Gwinner del DAV Valparaíso ya había ascendido a la cumbre norte de 5.740 m. Cuando nosotros en 1931 aproximadamente a 1 hora de la cumbre descubrimos el testimonio de Barrington, encontramos la confirmación de que no había estado en lo más alto. Barrington fue más tarde fundador del «Skiclub Chile».
Risopatrón, 5.750 m. Primer ascenso: Otto Pfenniger, Karl Walz y Sebastian Krückel en 1935. Este cerro aparecía en las cartas de Reichert como «Cerro sin Nombre». Cuando lo ascendimos le dimos el nombre de Risopatrón en honor del destacado geógrafo. Desde el campamento alto en el valle Olivares superior partimos a las 4:00 de la mañana hacia la cumbre. Campos de penitentes eternos nos dieron grandes dificultades. A las 3:00 de la tarde ya teníamos suficiente. Estábamos aproximadamente a unos 5.000 m. Hicimos una pausa y deliberamos acerca de qué hacer. La cumbre estaba al alcance de la mano sobre nosotros. Si seguíamos en ningún caso alcanzábamos a regresar al campamento antes de que cayera la noche. De otra manera no alcanzaríamos la cumbre y todos nuestros preparativos y esfuerzos habrían sido en vano. Decidimos seguir. A las 7:00 de la tarde llegamos agotados a la cumbre. Luego vino el descenso y pronto llegó la noche. Con linternas intentamos descender hasta que ya no fue posible. Pasamos nuevamente una «noche triste» a 5.500 m sin carpa, sin saco de dormir sobre un resalto rocoso en el cual apenas nos podíamos dar vuelta
Primer ascenso del cerro Pirámide, aproximadamente 5.700 m. Karl Walz y Sebastian Krückel en 1937. Este cerro ni siquiera aparecía en las cartas antiguas. Nos llamó la atención cuando pasamos varias veces a Argentina por el paso Piuquenes. La altura que se le da en las cartas actuales de 6000 m no es correcta. Con Walz fuimos desde el valle del Colorado al valle del Museo para llegar así a los pies del cerro. Entre grandes campos de penitentes hicimos un campamento de altura y llegamos al día siguiente sin grandes dificultades a la cumbre.
¿Cómo llegó usted a levantar el refugio de Lo Valdés?
Sobre la construcción del refugio se pensó por largo tiempo hasta que nos decidimos. La razón principal de construirlo ahí fue que el camino hasta Lo Valdés ya existía, además de la hermosa vista, el arroyo de aguas claras, la ubicación protegida de las avalanchas y las hermosas excursiones que se pueden hacer en los alrededores.
¿Qué compañeros se dedicaron especialmente a la construcción del refugio?
Heller, Sattler, Radefeld fueron los que más se esforzaron. También puede ser que, después de tanto tiempo, me haya olvidado de algunos compañeros.
¿Cómo se financió el refugio?
Sattler dirigió principalmente la recaudación, consiguió además el apoyo desde Alemania del Club Alpino Alemán-Austriaco, al que el DAV Santiago se había anexado hacía poco como «Sección Chile».
¿Cómo eran los caminos de acceso a Lo Valdés?
Como ya se mencionó, existía el camino de acceso hasta Lo Valdés. La empresa de yeso mantenía este camino. El material para el refugio se transportó con mulas y camiones.
¿Qué nos puede decir acerca de la aparición de la carta de Klatt y Fickenscher?
Klatt y Fickenscher habían realizado un gran número de excursiones en la cordillera. Klatt se dio cuenta de que en la antigua carta de Risopatrón muchas cosas no estaban bien. Durante cada ascenso tomábamos fotos panorámicas. Con esas fotos, Klatt pudo corregir muchos errores. También le dimos el nombre a muchos cerros innominados entre los 5000 y 6000 m. Luis Risopatrón (1869-1930) fue más grande geógrafo chileno, ingeniero jefe de la Comisión de Límites, pero él no tenía los medios a su disposición para trabajar una carta perfecta de los miles de kilómetros de frontera con Argentina. A la carta Klatt-Fickenscher también aportó datos el todavía vivo profesor universitario Manuel Abascal B.
Señor Krückel, usted tiene un fundo en el valle del Maipo.
En el año 1937 compré el fundo. Era un desierto y, por lo tanto, hacer algo productivo con él para vivir de eso. Al principio no teníamos donde alojar, así que dormía con mi mujer e hijos debajo de un árbol cuando nosotros íbamos cada fin de semana. Con frecuencia nuestros sacos de dormir por la mañana estaban cubiertos de escarcha. Más tarde, cuando ya teníamos una casa, nos quedábamos por media semana y más tarde por una semana entera.
¿De dónde sacaban el agua?
Existía un arroyo para el regadío que nosotros aprovechábamos para los árboles frutales. No tenía como esperar un consejo de los vecinos porque nadie había plantado algo. Traje nuevos tipos de frutas desde California y Alemania. Tomó aproximadamente 5 años hasta que se produjeron ingresos y se podía constatar cuales frutales eran los más apropiados. El mayor éxito lo dieron las nueces y los damascos en esta estéril tierra.
Don Sebastian, muchas gracias por su paciencia para responder todas las preguntas.
Dietrich von Borries
Traducción: Álvaro Vivanco
Algunas fotos históricas de Sebastian Krückel:
Entrevista publicada originalmente en la Revista Andina 1969-1972