Relato de la expedición DAV 2014 al Nevado Sin Nombre.
Una Expedición con Nombre: Mucho Viento
Relato de la Expedición DAV 2014 al Nevado Sin Nombre
Fecha: Del 18 al 24 de enero del 2014
Participantes: Héctor “Tito Nazar, Eva Apweiler, José Francisco Hurtado, Nicolás Valdivieso, Daniela Larrea, Adriana Reyes, Enrique Dintrans, Francisco Miranda, Germán Rodríguez, Max Bonetti, Alvaro Vivanco, Harald Schwenk y Jens Benedikt
Poco antes de partir teníamos una lista de dificultades por superar: el temible cruce del río Azufre, la altura, el gran desnivel (aprox. 1800m) entre el segundo y el tercer campamento, los costos de los arrieros que amenazaban con dispararse, posibles penitentes, la mala suerte por tener un grupo de 13 personas. En esta lista nos faltó el más grande obstáculo que tuvimos: el viento.
De alguna forma en nuestro segundo día temprano en la mañana cruzamos el Azufre y en el tercer día, luego de una extenuante jornada por las laderas cubiertas de lava alcanzamos el campamento de los Glaciólogos a 4800m. Una vez instalado el campamento con gran vista hacia el Tupungato, miramos hacia lo que parecía la cumbre del Tupungatito y se veía ahí, al alcance de la mano. Estimamos unas 2 a 3h para llegar a la cumbre por lo que para el día siguiente lo fijamos como objetivo fácil. Casi para tomarnos un descanso por los 1700m de desnivel del día anterior.
Nuestras estimaciones de tiempo no estaban tan equivocadas, pero no contábamos con nuestro nuevo e implacable compañero: el viento. Un ascenso que se veía fácil y que queríamos aprovechar para disfrutar de las vistas a los cráteres y glaciares, se convirtió en una pelea por avanzar cada metro. Una vez que llegamos al filo cumbrero, al borde del cráter principal que tiene la laguna ácida en su interior, el viento nos castigó de forma despiadada.
Creo que en menos de 3h logramos hacer cumbre todos los que habíamos partido y de alguna forma logramos tomarnos unas fotos y miramos la posible ruta al Nevado Sin Nombre. La posibilidad de armar otro campamento más alto quedó descartada por el viento y la falta de agua. La ruta hacia el Nevado Sin Nombre se veía larga, pero sin grandes dificultades. Para nuestra sorpresa el GPS marcó una altura de 5687m. Más de lo que esperábamos.
Al día siguiente con la esperanza de tener menos viento en la ruta, partimos a las 6 de la mañana cuando todavía estaba oscuro. En lugar de dirigirnos a la cumbre del Tupungatito, preferimos rodear esta por abajo y así avanzar un tramo protegidos del viento. Esto nos sirvió durante un rato, pero ya cerca del filo que viene de la cumbre del Tupungatito, el viento comenzó a hacer su trabajo nuevamente. No sólo nos hizo bajar la sensación térmica sino que convirtió el avance en una trabajosa faena que se comenzó a hacer interminable por el sube y baja del filo. Entre las 12:00 y las 13:00 ocho miembros del grupo logramos llegar a la Punta Meier.
Así que esa era la cumbre que habían descubierto Waetjen y Núñez por allá por el año 1985 en su camino al Nevado Sin Nombre. Este último se veía ahí al frente, al alcance de la mano, pero primero había que bajar una buena cantidad de metros para volver a subirlos si se quería alcanzar la dichosa cumbre. Después de más de 6h en altura y torturados por el viento no era una decisión fácil la de seguir o conformarse con la Punta Meier, por lo que en diferentes grupos algunos partieron y otros, los más cansados y apunados, nos quedamos.
Desde la Punta Meier pudimos ver como uno a uno los 6 que partieron iban subiendo la cumbre vecina del nevado Sin Nombre y por mientras recogíamos de entre las piedras los testimonios de cumbre que llevaban casi 30 años esperando a que alguien los descubriera. Estaba el testimonio de 1985 de Waetjen y Núñez y para nuestra sorpresa también había uno de una expedición polaca de 1986 que nadie sabe de don habrá salido. Nada más.
Minutos más tarde de este descubrimiento, en la otra cumbre aparecería un testimonio del que suponemos fue el último ascenso y que no dejó de sorprender: ascenso de Valdés y Banda del 27 de febrero de 1985 por Argentina por una ruta que llamaron “Curtis”. Es decir, que estos tipos subieron el Nevado Sin Nombre 6 días después de Waetjen y Núñez y además lo hicieron por Argentina. ¿Por qué unos chilenos habrán subido por el otro lado y por qué bautizaron su ruta de esa manera? Probablemente nunca lo sepamos, pero al menos, descubrimos este ascenso desconocido y confirmamos que el Nevado Sin Nombre no es un 6000, sólo 5944m marcó el GPS.
El regreso al campamento lo recuerdo como uno de los más trabajosos que he tenido. El filo se hizo eterno y el viento, aunque parezca difícil de creer, endureció su castigo. Después de ese retorno al campamento y habiendo cumplido nuestros objetivos, ya nada parecía difícil en nuestro retorno a Santiago. Ni siquiera nos asustó el nuevo cruce del Azufre, que esta vez venía más cargado aún y definitivamente no estaba para faltarle el respeto.
Una vez en los autos y más tarde con una empanada en la mano, vendría esa misma extraña sensación que viene después de una semana en la montaña. ¿Habrá valido la pena el esfuerzo y tiempo dedicado a algo tan absurdo como ir a conocer un lugar inhabitable? Una frase de Hannah Arendt tomó sentido: “El hecho de que el hombre es capaz de actuar significa que lo inesperado puede esperarse de él, que es capaz de realizar aquello que es infinitamente improbable.” Tan improbable como ir a subir un cerro que tiene casi 6000m de altura y no tiene nombre.
Hiceron cumbre en el Tupungatito el 21 de enero: Héctor “Tito” Nazar, Eva Apweiler, José Francisco Hurtado, Nicolás Valdivieso, Daniela Larrea, Francisco Miranda, Germán Rodríguez, Max Bonetti, Alvaro Vivanco, Harald Schwenk y Jens Benedikt
Hiceron cumbre en el Tupungatito el 22 de enero: Adriana Reyes y Enrique Dintrans
Hiceron cumbre en la Punta Meier el 22 de enero: Héctor “Tito” Nazar, Eva Apweiler, José Francisco Hurtado, Nicolás Valdivieso, Daniela Larrea, Alvaro Vivanco, Harald Schwenk y Jens Benedikt
Hiceron cumbre en el Nevado Sin Nombre el 22 de enero: Héctor “Tito” Nazar, Eva Apweiler, José Francisco Hurtado, Nicolás Valdivieso, Daniela Larrea, y Harald Schwenk
Por Álvaro Vivanco