Relatos

A la Memoria de Eberhard Meier – Traducción del artículo publicado en 1964

Otra vez un compañero de nuestras líneas ha sido llamado. Eberhard Meier, socio desde hace casi 25 años de nuestro club, no regresó de sus vacaciones. Sus amigos, que conocían su sentido del deber, se pusieron de inmediato nerviosos cuando no llegó a su trabajo en el día previsto e iniciaron una investigación policial. En un principio se temió que se hubiera convertido en una víctima de sus queridas montañas en algún solitario de la cordillera. Cuando se encontró su auto se constató que fue víctima de un ataque alevoso que terminó con su vida.

Eberhard Meier en 1954 al regresar del Nevado Piuquenes
Eberhard Meier en 1954 al regresar del Nevado Piuquenes

Feliz estuvo con sus 55 años de poder partir a fines de febrero a los cerros de Linares. Feliz porque tenía un auto nuevo que le permitía tener un mayor radio de acción. Y él se alegró por estas vacaciones después de varios meses de trabajo puesto que era una zona nueva para conocer en la cual con seguridad se descubrirían suficientes motivos valiosos para su cámara. Antes esos motivos eran las cumbres de los 5000 y 6000 y las magníficas vistas que desde ellas disfrutó, pero desde que tuvo un accidente en Suiza, con motivo de unas ansiadas vacaciones en Europa, en el que perdió su pie derecho no tuvo más nombres que agregar a su larga lista de primeros ascensos. Debido a esto se dedicó en forma intensa a las cosas más pequeñas que se encuentran junto al camino. Las flores se convirtieron en su motivo favorito y con paciencia infinita podía ponerse a buscar un tipo especial de cactus y luego durante un fin de semana en el momento indicado ir a ver sus flores. Provisto de un excelente equipo fotográfico podía captar todas las sutilezas de un motivo. Los minúsculos estambres que atraen moscas y escarabajos y el magnífico color de las flores nos muestran las diversas maravillas de la naturaleza a quien está dispuesto a contemplarlas con ojos y sentidos abiertos. Eberhard era uno de aquellos que podía hacer eso y junto a las imágenes traía los domingos por la tarde ramos de flores extrañas a su casa de soltero como recuerdo de una hermosa excursión y como alegría anticipada para el próximo fin de semana.

Aún cuando en los últimos años salió casi siempre en solitario, sus antiguos compañeros de montaña se mantuvieron fieles y con frecuencia mantuvieron conversaciones acerca de las rutas más convenientes para ascender o descender desde un cerro. De esa forma siempre pudo aconsejar con su gran experiencia a la nueva generación, así como siempre fue un buen y confiable compañero cuando, por ejemplo, había que partir con las mulas a la cordillera hace unos años.

Ahora no lo vamos a ver más entre nosotros, como él, pensativo y tranquilo junto a nosotros conducía el destino del club. Lo vamos a extrañar mucho, pero las montañas y flores, así como todo lo que se arrastra y vuela en nuestra sublime cordillera, siempre nos van a recordar a él.

Traducción: Álvaro Vivanco

Pequeña selección de fotos de Eberhard Meier digitalizadas por Eduardo Quezada:

Artículo publicado originalmente en la Revista Andina 1962-1964