O cómo Klemm, Evelio y Ulrich nos llevaron a esto…
Breve relato del primer ascenso de este cerro ubicado en la quebrada de la Jarilla. Incluye la información histórica acerca de las cumbres cercanas, las motivaciones para llegar a él y cómo se produjo su bautizo.
Primer Ascenso Cerro Bávaro o Cómo Klemm, Evelio y Ulrich nos llevaron a esto
22 y 23 de Enero del 2011
Nuestra intención original era subir el Teniente del Quempo. Para esto teníamos algo de información que nos parecía, al menos sorprendente. El Teniente, un cerro de poco más de 4100m había sido ascendido por primera vez en 1957 por un grupo liderado por el legendario Wolfgang Förster. Hasta ahí la cosa parecía normal para un cerro tan cercano a Santiago y que incluso se ve durante buena parte del camino que sube a Farellones. Lo extraño comienza cuando buscando más información nos topamos con que el segundo ascenso se realizó recién el 2001 por un grupo de la Universidad de Chile en un ascensión invernal. Después de esto al parecer nadie más se había atrevido con el cerro.
Un año atrás había tenido la suerte de ver el Teniente desde la cumbre del Capitán y se veía temible, por lo que mi admiración por Förster crecía aún más. Aunque lo admire como montañistas, tengo que reconocer que lamentablemente Förster dejó muy poco o casi nada escrito acerca de sus expediciones y en este caso no logramos averiguar por donde consiguió subir al Teniente y sólo sabemos que lo hizo en diciembre.Como el breve relato que teníamos del segundo ascenso al Teniente señalaba que había sido realizado por la quebrada la Jarilla, hacia allá dirigimos nuestros pasos. Antes de partir revisamos las cartas del IGM que desde hace tanto tiempo veníamos trabajando junto a Ulrich Lorber y para nuestra sorpresa justo al sur del Klemm aparecía otro cerro un poco más alto de 4.085m de altura y sin nombre. El que no tuviera nombre lo convertía inmediatamente en candidato a cerro sin ascenso, pero también existía la posibilidad de que este fuese el Klemm y no el cerro que Ulrich había identificado en su intercambio epistolar con Evelio. Ver mapa de la zona acá.
Así comenzamos solucionando los problemas de acceso con Bienes Nacionales, quienes con un mail nos dieron la autorización para entrar al valle del río Olivares. Luego en nuestro equipo incluimos una cuerda por si la parte final del Teniente la necesitaba y también llevamos crampones con la secreta esperanza de encontrarnos con algún nevero que nos acercara a la cumbre. Junto a Jorge Hess y Eduardo Atalah partimos el sábado 22 de enero. Sin problemas pasamos por la barrera del Alfalfal e ingresamos al valle del río Olivares. Cuando nos topamos con la quebrada de la Jarilla comenzamos a llevarnos algunas sorpresas. La primera de todas es que había un camino para autos que entraba un par de kilómetros por la quebrada hasta una bocatoma que sacaba agua del estero para ser usada en la central eléctrica del Alfalfal. La segunda sorpresa es que la bocatoma estaba tan bien hecha que no dejaba pasar ni una gota de agua más allá de ella de modo que el estero de la Jarilla no le aportaba nada de agua al río Olivares. Tras dejar el auto junto a la bocatoma partimos por la ribera derecha (norte) del estero, donde había una huella que con seguridad usaban los arrieros para subir animales por la quebrada. La quebrada resultó ser un típico valle cordillerano de la zona central de Chile. Al ir avanzando la quebrada, que originalmente corría en dirección este-oeste comenzaba a torcer hacia el norte y la huella nos llevaba a los pies del Teniente, que visto a lo lejos se veía inaccesible.
Tras unas 3 horas de caminata estábamos en una pequeña planicie desde la cual se veía un posible acceso al Teniente. Este se veía posible, pero los acarreos interminables nos hicieron preferir continuar y buscar una alternativa más arriba. El valle se veía que continuaba y que tras una fuerte subida venía una nueva planicie. El fondo del valle se veía dominado por el cerro Manantial, que nos mostraba una pared sur de unos 1000 metros infranqueable. Sin embargo, tanto el Manantial como su vecino Capitán son cerros de ascenso relativamente fácil por sus caras oeste. Para hacer más complicada la historia de los cerros de esta zona es interesante recordar que Eberhard Meier hizo el primer ascenso del cerro Manantial, pero lo confundió con el Laguna. Acá podemos ver un foto montaje con las imágenes tomadas por el gran Eberhard desde la cumbre y donde se ven varios de los cerros de este relato:
Ver panorámica de Eberhard Meier tomada desde el cerro Manantial
En otras 2 horas de marcha llegábamos a la nueva planicie, a poco más de 3000 metros de altura, donde unas hermosas vegas le servían a caballos y mulas de lugar de descanso. Ahí encontramos unas pircas donde poner nuestras colchonetas para pasar la noche. Antes de irnos a dormir con Eduardo subimos la loma que estaba por sobre el campamento hacia el este para ver mejor la posible ruta del día siguiente y lo que encontramos fue decidor. El Teniente se veía prácticamente imposible. Primero había que subir por enorme acarreos para llegar a una zona rocosa por la que iba a ser muy difícil progresar. Así que dirigimos la mirada hacia el otro lado intentando reconocer el Klemm y el Alto de la Jarilla para evaluar la factibilidad de un ascenso a alguno de estos cerros. Lo primero que nos llamó la atención era lo seco que estaban los cerros. Apenas se veían unos neveros escuálidos y ni la más remota posibilidad de usar nuestros crampones. En segundo lugar, quedamos confundidos intentado identificar los cerros. El Klemm parecía ser un cerro que se veía hacia el fondo del valle, pero que apenas sobresalía por sobre el filo. Hacia la derecha (sur) de este, se veía un cerro un poco más alto que debía coincidir con la cumbre 4085 del IGM y más al sur debía estar el Alto de la Jarilla. Para acceder a cualquiera de ellos había que necesariamente ascender por algún duro acarreo, alcanzar el filo y luego intentar progresar por él para alcanzar alguna de las cumbres si es que las rocas lo permitían. Sin estar completamente convencidos, nos decidimos por intentar el 4085 que teníamos en frente, puesto que nos pareció, al menos, factible el alcanzar el filo cumbrero.
De esta forma el domingo temprano, apenas comenzó a aclarar, partimos rumbo a la sequedad. Después de poco más de una hora de caminata ya estábamos a los pies del 4085 y mirábamos hacia arriba tratando de decidirnos por cual acarreo o canaleta nos convendría más subir. Finalmente vimos que desde la cumbre bajaba una canaleta que parecía accesible y en paralelo a ella otra aún más factible. Nos decidimos por esta última pensando que así podríamos llegar más rápido al filo. En medio de esta canaleta veíamos una mancha blanca que podía ser nieve o cuarzo y que finalmente resultó ser nieve muy, pero muy dura. La canaleta también mostró tener más pendiente que la que suponíamos y el progreso por ella fue lento y agotador. Después de una hora y media por la canaleta logramos salir al filo justo delante de un morro que hacía de falsa cumbre. La vista desde acá arriba recompensaba los esfuerzos hechos. Teníamos todo el valle del río Olivares a nuestros pies, con el Juncal y el Nevado del Plomo al fondo. Un poco más a la izquierda, el Plomo se veía enorme y desde una perspectiva diferente a la habitual. Hacia el este veíamos claramente el Roth y el Solari, junto con los grandiosos Polleras, Chimbote (muy raro desde esta perspectiva) y el Catedral. Más al sur pudimos identificar el Alto, el Piuquenes y al Marmolejo junto al san José. Curiosamente del Tupungato, apenas veíamos una línea que se asomaba por encima de la sierra del Coironal, que a pesar de contar con numerosas cumbres por sobre los 4.500m de altura es completamente desconocido y todavía debe tener una buena cantidad de cumbres sin ascender.
Si la vista hacia la distancia era más que reconfortante, la vista hacia lo que teníamos en frente resultaba decepcionante. La cumbre estaba bastante cerca, pero el filo parecía terminar en un torreón rocoso de la peor calidad, que se desarmaba con solo mirarlo. Nadie en el mundo sería capaz de poner una cuerda en esa roca. Sin embargo, por debajo del torreón se veía posible dar un rodeo para intentar desde atrás el ascenso. Así que partimos con Eduardo. Después de dar la vuelta al torreón y poder mirar hacia el otro valle, llamado de las Ramadas, tuve nuevamente una primera mala impresión y pensé que nos tendríamos que conformar con una falsa cumbre y bonitas vistas desde el filo. Hacia el fondo del valle de las Ramadas veíamos una bonita laguna que nos servía de consuelo. Para poder mirar mejor, me alejé un poco de las rocas y logré descubrir una banda rocosa blanca junto a un canalón que subía y luego torcía para llegar casi hasta la cumbre. Por ahí nos fuimos y con mucha más facilidad que por el primer canalón, logramos llegar a la cumbre. La satisfacción al llegar fue grande. Era indudable que se trataba de una cumbre. Hacia el sureste estaba el Alto de la Jarilla, unos 100m más bajo y hacia el noroeste el Klemm unos 50m más bajo, luego del cual el filo continuaba descendiendo. Apenas llegamos nos pusimos a recorrer las rocas de la cima buscando algún vestigio de un ascenso anterior y tras remover todo lo que nos pareció sospechoso no encontramos nada. Esto quería decir, nadie lo podría asegurar, que se trataba de un posible primer ascenso. Eduardo que parecía decidido a aclarar la toponimia de los cerros venía con libreta, caja y lápiz para dejar en la cumbre. Así que tuvimos la difícil tarea de buscar un nombre para la 4085. En un par de minutos de discusión acordamos que si Eduardo pertenecía a un club católico (Universidad Católica) y yo a uno alemán (DAV), la combinación de ambos daba como resultado un alemán católico, es decir, un bávaro. Como en pocas ocasiones dejamos en la cumbre libreta con nuestros nombres y el del cerro acompañada por las cartas de la zona que llevaba. Ver Libro de Cumbres Después de tomar algunas fotos y comprobar que definitivamente Jorge no había seguido hasta el final del primer canalón, nos decidimos a regresar para lo cual tomamos un acarreo que caía más al sur de la ruta de subida y que nos pareció más fácil para descender que por el duro canalón de la mañana. En menos de 2 horas ya estábamos de vuelta en nuestro campamento y tras un descanso refrescante en las vegas, regresamos a la bocatoma donde nos esperaba el auto. El cansancio, las plantas de los pies acaloradas por pisar tanto acarreo, el polvo del camino nos hacían pensar si es que había valido la pena el esfuerzo y el desviarnos de nuestro objetivo inicial. Habiendo visto con nuestros ojos las grandes confusiones existentes en la toponimia e historia de tantos cerros cercanos a Santiago, al menos, podíamos estar de acuerdo en que siempre será beneficioso dejar un registro de nuestras actividades en nuestros a veces ignorados cerros. Alvaro Vivanco Agradecimientos: A Kurt Klemm, Wolfgang Förster, Eberhard Meier, Evelio Echevarría y Ulrich Lorber por habernos mantenido ocupados y entretenidos tanto tiempo intentando descifrar parte de la historia del montañismo chileno. Por su parte Eduardo Atalah también tuvo la misma preocupación y dejó escrito su relato acá.