Relatos

Rugendas – Traducción del artículo publicado en 1932

El descubridor de Sudamérica para el arte

Por Wolfgang Ludwig

Efectivamente, así merece ser llamado. ¿No trajo él en su tiempo una carpeta con la desconocida Sudamérica a Europa? Sin embargo, hoy no se oye más de él. Ni siquiera en Baviera, su patria. Johann Moriz Rugendas provenía de Augsburg, donde él nació el 28 de marzo de 1802. Descendiente de Georg Philipp Rugendas, el progenitor de los Rugendas. El último retoño de una antigua y tradicional familia de artistas que, llevado por el amor al arte y fascinado por la belleza de Sudamérica, pasó casi la mitad de su vida en ella.

Y fue de una manera especial, su propia manera. Sin ayuda ni recursos recorrió casi todos los estados de Sudamérica, a caballo o a pie. Si uno piensa en los tiempos en que tuvo que superar los obstáculos y hacer todo lo posible por conseguir lo necesario para vivir, es que trabajó de una forma asombrosa.

¿Y ahora puede ser olvidado? ¿En Sudamérica y en Alemania? Sólo su trabajo de viajero, que realizó como explorador, merece una gran admiración. Los tiempos actuales admiran un record, el alto rendimiento. Un record, alto rendimiento es lo que este hombre consiguió.

Pero ¿cómo lo logró?

El transcurso de su educación es simple. En Augsburg, su padre tenía una escuela de arte donde él aprende lo básico. Más tarde va a Munich a la academia.; los artistas de allá, Quaglio y especialmente Albrecht Adam, con quien mantiene una amistad por toda la vida, parecen ejercer una gran influencia en él.

En eso vuelve el viajero explorador Martius desde Brasil. Al mismo tiempo el consul general ruso Frh. von Langsdorff planea una expedición hacia allá. Se necesita un dibujante para eso. Rugendas se entusiasma y con 19 años participa de la expedición.

Allá se desarrolla su gran laboriosidad y además de representar regiones extrañas, que lo fascinan, dibuja todo lo que se le cruza por el camino: personas, animales, plantas, etc. Con eso, habría estado todo bien, pero él no puede soportar las reglas y finalmente se lanza por sus propios medios, en ocasiones sufriendo las mayores penurias, a recorrer Brasil por 3 años. Finalmente llega a Paris en 1825.

Por todos los medios se dedica a la publicación de su trabajo “Malerische Reise in Brasilien“, que debiera darle algo de dinero y reconocimiento. Y resultó. No necesitó pasar más preocupaciones. Con este nuevo sentimiento, aliviado, elevado y fortalecido. viaja a Italia tras un año de permanencia en la patria -el padre fallece durante su estadía. Tras 2 años en Italia, digamos que 2 años de vida sibarita, donde junto con Riedel, Fuessli, Platen, etc. se hace conocido, se le despierta otra vez el apetito por viajar. Apenas vuelve a Alemania pone el ojo nuevamente en Sudamérica.

Cuando vio perdida la esperanza de conseguir lo necesario para su nuevo viaje en Francia o en Inglaterra, partió simplemente así. Desde Burdeos, pasando por Haití, viajó a Mexico donde se quedó por tres años. Inocente pasó tres meses en prisión, debido a intrigas políticas, junto a ladrones, delincuentes y otra gentuza.

Finalmente se le prohíbe permanecer en la república. En esta oportunidad entra en conflicto el artista con la persona en su interior. El debiera ser detenido y se mueve hacia la seguridad. De pronto se enardece por un motivo y mientras dibuja se ve sorprendido.

Ese tipo de cosas no lo amilanan. Se va hacia el Sur y vive, hasta 1840, en Chile que utiliza como base para extensas excursiones y atrevidas incursiones en zonas con frecuencia desconocidas. Es increíble todo lo que realiza. Se interna en la Patagonia y llega, por las pampas, a Buenos Aires. Un coraje inaudito y una gran audacia le permiten salir victorioso en los momentos más terribles. Dificultades de todo tipo. Aventura y aventura.

Una vez, en la mitad de la noche, se cayó su caballo sobre una estaca y se atravesó el pecho. Brutalmente adolorido salió arrancando de ahí. En eso el jinete se golpeó contra una rama. Cayó inconsciente de la montura, pero quedó colgando con una espuela del estribo por lo que fue arrastrado. Para su suerte el caballo fallece pronto.

Más tarde, cuando cruza la cordillera por cuarta vez, tiene la mala suerte que un rayo lo paralice. Casi 3 años se quedó inactivo en Chile. Y las consecuencias nunca desaparecieron del todo. No conoce obstáculos, puesto que se siente bien superándolos.

Sin dudas, una naturaleza aventurera. En esto se debe tener algo en cuenta: él se mantiene siendo un artista, siempre, con cada una de sus actitudes, en cada situación,, sin importar qué tan crítica ésta puedan ser. Esto significa aventurero y artista en uno, pero el artista más fuerte que el aventurero.

Con los más primitivos utensilios de pintura y dibujo debe contentarse. Para poder vivir y viajar debe hacer trabajos extra en las ciudades; retratos, paisajes, pintura de este y aquel tipo. Encargos, incluso un par desde la patria, no le faltan. Y en todos, a pesar de las frecuentes aflicciones materiales y físicas, un rasgo humano conmovedor: del poco dinero que ha ganado envía algo a su anciana madre a casa.

Exposiciones en 1810 en Paris, Kassel y Berlín muestran algo de lo que ha enviado. Sí, Berlín lo compra y el nombre del casi olvidado vuelve a estar en boca de todos.

De su plan de volver a casa por Asia no resultó nada. Luego se fue por algunos años a Perú y Bolivia y en 1845 volvió a Chile durante su viaje de regreso a Alemania. Esto no ocurrió sin más sucesos. Las islas Falkland, la costa de la Patagonia, La Plata, Montevideo y el mismo Paraná exigieron algo de permanencia. Finalmente, tras un último año en Río de Janeiro, partió de regreso a casa.

En el entretanto ya es 1847 cuando viaja desde Inglaterra a Augsburg pasando por París. Le puede presentar personalmente sus cosas al rey Ludwig I. Luego el Estado adquiere todas sus obras para el Kupferstichgabinettt (Museo de Pinturas y Dibujos) donde se encuentran actualmente la mayoría de sus trabajos. Una pequeña parte fue vendida a Brasil y con eso Rugendas recibió una renta anual de 1.200 florines.

En general, su carrera estaba terminada, su fuerza estaba agotada. “La toma de posesión del nuevo mundo por Colón”, una pintura monstruosa falló de raíz, a pesar de años de dedicación y esfuerzo. A él mismo no le gustó.

No es de sorprender. Acostumbrado a la naturaleza, a lo real, fracasa delante del caballete a la hora de improvisar, de modelar, es decir, de componer. Desde luego, él no era un artista de significado común o de carácter genial, ni un renovador, ni un revolucionario, sino que alguien que tenía que decir algo diferente, algo especial. Un esteta, si uno quiere, que continúa de la forma tradicional, sin ofender, sin herir a nadie. Pero él encontró sus temas y sus materiales, que son nuevos y singulares. La impresión de encontrarse frente a una grandiosa, enorme naturaleza es la que uno recibe. Qué tentación resulta poder ver los originales, la realidad.

Decepcionado va de nuevo a Augsburg siempre con la esperanza de encontrar un editor para sus trabajos en Sudamérica. Al final aparecen 18 hojas ilustradas en un libro sobre México. Eso es todo. Por supuesto, él entendía poco de como sacarle provecho a su trabajo. Que no haya llevado un diario y ni siquiera haya tomado notas, se le reprocha. Los habría necesitado. No era ni científico, ni calculador. A pesar de su vena científica, puesto que su gran exactitud y preferencia por el detalle perjudicaron su trabajo artístico.

Unos 2 siglos antes, el paisajista de Harlem Franz Post fue un paralelo a él, no se asustó de viajar a la India y al mismo tiempo encontró en lo exótico un nuevo y acertado tema.

Rugendas no vivió mucho tiempo más. Envejecido tempranamente a través de esfuerzos indescriptibles, su fuerte naturaleza ha perdido resistencia. Pasó más de 16 años en América, por más de 16 años la recorrió con gran esfuerzo y sin descanso, en solitario y sin ayuda, en una existencia salvaje y agitada.

Esa fue su vida. Y tenía derecho a estar orgulloso de ella. En Weilheim an der Tech falleció Rugendas, con 56 años y 2 meses de edad, el 29 de mayo de 1858.

En la colección gráfica de la ciudad de Munich se encuentran sus trabajos bien empaquetados. ¿Quién los revisa? ¿Quién se preocupa por ellos? A muchos debería preocuparles: etnólogos, geólogos, botánicos (también Alexander von Humboldt le puso atención), historiadores, artistas y, por sobre todo, su segunda patria: Sudamérica.

Traducción: Álvaro Vivanco.