Relatos

Una salida de randonnée a Lo Valdés

INTRO

 

Como muchas cosas en la vida, un accidente me llevó a organizar una salida de esquí de randonnée. Quien usualmente organizaba las salidas de randonnée en el DAV no pudo seguir esquiando esta temporada y es así como los más viejos de un grupo autodenominado  los “tatas randoneros”,  tuvimos que reemplazarlo.

I

 

La primera vez que hice randonnée fue hace casi 30 años, en 1997. Viviendo en Suiza por entonces, unos amigos me propusieron una salida de esquí de montaña. Fue una experiencia inolvidable que me marcó para siempre, y que continué haciendo mientras pude durante mi estadía en el país alpino.

A mi regreso, traje conmigo mis esquíes de randonnée, ya que en Chile aún no volvía a hacerse popular esta disciplina –como si lo fue en sus comienzos hace 100 años–, y era difícil encontrar equipos.

Varios años antes, me había hecho socio del Club Alemán Andino de Santiago, en 1987, pero las vueltas de la vida me tuvieron alejado. Durante la pandemia me reencontré con los diaporamas del DAV  transmitidos por su canal YouTube. Es así como me acordé de mi viejo club, además de conocer a Philippe Boisier, quien, además de los diaporamas, organizaba las salidas en esquí de randonnée. 

Nos pusimos en contacto, y así se dio la primera oportunidad, que fue un fin de semana de exploración a la Laguna del Maule y luego una segunda, al cajón del Maipo, precisamente al cerro Unión, en el sector de Laguna del Morado. Luego se encadenaron travesías en esquí en el valle de Colchagua, algunas acampando en la nieve, y otras en modalidad “alpina”, con alojamiento en refugios, como el de Tierras Bayas, cerca del paso internacional Vergara, en la región del Maule.

Así es como en estos años se ha ido formando un grupo de amigos con los que ya tenemos mucha confianza, compartimos la misma pasión y nos sentimos muy cómodos. Pero también hay ocasiones en que se suman elementos nuevos, muchos de ellos extranjeros que están de paso por Chile. Nos acompañan y se entusiasman con nuestras salidas, como es el caso del embajador de Australia, quien llegó muy tímido y pronto se hizo socio del club y asumió el rol de organizador oficial de salidas. De alguna manera, esta actividad provoca encuentros sin fronteras y el mundo se vuelve pequeño, accesible. Hablamos el mismo idioma.

Un ejemplo de eso es mi amigo suizo, Serge. Es un gran montañista que conocí cuando vivía en Ginebra y con quien todavía tengo contacto. Hace algunos años me contó sobre un grupo de amigos con quienes salían todos los años a randonear a distintos lugares en los Alpes. Me preguntó si quería ir con ellos y mi respuesta fue inmediata. Así es como el verano del año 2023 viajé a Europa con destino a Abriès, un pueblito en Francia ubicado en los Alpes provenzales, en la región de Queyras, cerca de la frontera con Italia. En el grupo había suizos y franceses, algunos en esquís y otros con raquetas. Nos quedamos en un refugio  administrado por una pareja y sus hijos. La comida era preparada por ellos y lo mejor era el aperitivo con quesos que no había probado en mi vida. Al desayuno veíamos el pronóstico: una ficha técnica actualizada que mostraba las condiciones de nieve y peligros de avalancha para ese día. Luego,  antes de partir, nos daban una bolsita con la ración de marcha y salíamos a randonear.  

Este es un ejemplo de la cultura de montaña que se da en los Alpes, donde  la práctica de randonnée es muy habitual en los pueblitos  de montaña. La infraestructura está por supuesto muy desarrollada, con muchas rutas definidas y refugios donde uno puede alojar y seguir al día siguiente a otro hospedaje. 

Parte central de esa cultura se da en la convivencia “après-ski”,  en torno a un buen vino y al fondue, que aprendí a cocinar cuando vivía en Suiza y en mis últimos viajes a los Alpes. Es un plato fácil de preparar. Primero se pasa un ajo por toda una cacerola de hierro para que quede bien impregnado. Es el momento en que se agrega el queso, el cual puede ser raclette , emmental o gruyere. Después, un toque de vino blanco. Pero el ingrediente más importante es el  Kirsh, un licor que se mezcla con un poco de maicena, cuando el queso ya está fundido y se lleva a la mesa, manteniendo la temperatura con una llama por debajo.

II

 

Volviendo a la salida, propuse hacerla en el sector de Valle La Engorda, el cual está ubicado a los pies del volcán San José, frente a Lo Valdés. Es un lugar perfecto para principiantes, ya que no tiene mucha pendiente, si bien en la zona se pueden encontrar laderas desafiantes para los más avanzados. En total éramos 10 personas, la mayoría con experiencia y buen nivel de esquí. Como campamento base, el histórico refugio del DAV, nos serviría para reunir al grupo previo a la salida y conocerse un poco más.

El Refugio Alemán de Lo Valdés se construyó en el año 1932 impulsado por el auge de esquí en esa época, y ha pasado mucha historia desde entonces. Aún recuerdo cuando llegué al DAV y alojábamos a la intemperie. Sentíamos cómo crujía la montaña en la noche. 

Por el refugio han pasado muchos administradores y afortunadamente ahora está en mejores condiciones que hace algunos años, por lo que la gente está volviendo a disfrutar y utilizar esos espacios tan cargados de recuerdos y momentos en torno a una buena convivencia.

Y como ya sabía un poco cómo preparar la fondue, todos se mostraron muy entusiasmados con la idea. Hubo algunos ayudantes que se encargaron de rallar el queso y otros que estuvieron picando la carne y las verduras para acompañar la fondue, lo que permitió que se abriera un espacio de conversación. La experiencia tuvo bastante éxito esta primera vez, por lo que prometí que quedaría como un ritual, al menos una vez al año en cada temporada.

A la mañana siguiente madrugamos. Tras el desayuno, comenzamos a preparar el equipo. Afuera el clima no era alentador: caía agua-nieve. Aún así, el ánimo del grupo era alto. Partimos en auto hacia el sector conocido como “el cabrerío”, al que llegamos sin problemas. Aunque la visibilidad era escasa, conocía bien el lugar. Ya en el valle comenzó a despejar y pudimos disfrutar de la vista del volcán San José.

En el grupo éramos mayoría chilenos, pero también nos acompañaba una pareja de amigos alemanes. Originalmente, esta salida estaba prevista para principiantes. Eso por eso que decidí venir a este lugar, que es una planicie sin mayor pendiente. Era más bien una caminata para aprender el manejo del equipo, uso del arva y técnicas de marcha. Y si bien casi todos tenían experiencia en esquí, para algunos era su primera vez en randonnée. Así que opté por separar el lote en dos, los que estaban más avanzados adelante,  y yo me quedé con los principiantes. Los más osados incluso se atrevieron a subir por unas canaletas para disfrutar de la nieve polvo recién caída.

Pero en la bajada comenzó nuevamente a nevar, perdiendo nuevamente la visibilidad. Por un momento perdimos la huella, por lo que tuvimos  que mirar el gps para encontrar la ruta. Una integrante del grupo le costó mucho bajar esquiando, y decidió sacarse los esquíes para caminar, lo que atrasó el grupo. Pero logramos llegar todos al cabrerío de vuelta sin inconvenientes. 

De vuelta en el refugio hablamos de nuestra experiencia y sobre lo importante de hacer una buena planificación y tener el equipo adecuado. Y si bien estábamos todos muy contentos al final de la salida, pienso que habría que exigir un nivel medio avanzado para cualquier salida y no provocar accidentes innecesarios. 

 

CONCLUSIÓN

 

Hay muchas maneras de vivir la montaña, pero la experiencia de alojar en un refugio es única. El ambiente que se genera, las conversaciones en torno a una buena mesa, una acogedora estufa a leña… sentir caer la nieve silenciosamente durante la noche, levantarse al otro día y ver el amanecer, salir del refugio con las botas y esquíes listos para comenzar otra jornada.

 

Participaron de esta salida:

Camilo Labbé, Javiera Palomo, Mariela Pino, Freya, Karl, Ricardo Parada, Simón y Jorge Salinas (Organizador)